Gatos, publicado en revista sede

Gatos. Bloc de notas, primera hoja.

Por Amalia Sato

Del latín cattus, y el doméstico, con nombre y apellido científico, Felis catus (la especie europea) o Felis torquata (en su variante egipcia). Animal ausente en las pinturas rupestres de las cavernas, con 4.000 años de antigüedad en las representaciones gráficas y escultóricas de Egipto.

De la familia de los felinos, al igual que el león, el tigre, el leopardo, el jaguar, el ocelote y el guepardo, tienen cojinillos en las patas (por eso no hacen ruido) y pueden retraer las garras y por eso sus patas parecen de terciopelo; con la lengua rugosa pueden despedazar la carne; y la pupila es larga y estrecha, pero capaz de dilatarse por completo de noche, de tal manera que los gatos gozan de una vista excelente aun cuando la oscuridad sea completa.

Por la particularidad de tener el hueso hioides - de forma de herradura y sostén de la lengua - directamente unido al cráneo, los gatos emiten un ronquido peculiar, o ronroneo, el cual delata un estado de alegría, satisfacción y contento, que hace vibrar todo su cuerpo. Y, de acuerdo con una enciclopedia, si colocáramos la mano sobre el pecho de quien habla o canta, tendríamos también la percepción de esa misma sensación en los seres humanos.

El diseño originario de su pelaje era siempre con rayas, y esto persiste incluso en los ejemplares lisos, que conservan indicios del dibujo primitivo, ya sea en bandas transversales u oblicuas, vistos a contraluz.

La fantasía de los criadores, los cruzamientos con gatos salvajes y la influencia del clima, dieron lugar a todo tipo de variantes. Y dicen que, en el caso de los de Angora, si tienen ojos azules, el animal es sordo. Y que está comprobado que sólo las hembras pueden tener manchas tricolores, blancas, negras y pardas.

Los calificativos que merecen oscilan entre dócil, cariñoso, perezoso, independiente, discreto, glotón y arisco. Se repite que se aficionan más con las casas que con sus habitantes, y que no están dispuestos a abandonar su antigua morada en caso de que sus amos se muden, y que si los llevan lejos vuelven otra vez. Y son unánimes los elogios a las gatas por el amor y cuidado admirables hacia los pequeños.

La única acción utilitaria que cumplen hacia el hombre es cazar ratones, y por eso los egipcios, pueblo agricultor y celoso del cuidado de sus graneros, los apreció, al extremo de divinizarlos. Considerados representantes de la diosa Pasht, y con el nombre onomatopéyico de Mau, los más queridos eran momificados, dentro de estructuras verticales y alargadas, coronadas por una cabecita de grandes ojos que parecen delineados con kohol. A la especie egipcia también la denominan gato enguantado. (A propósito, una recomendación: hay una maravillosa estatuita egipcia de gato en el Museo de Arte de Tandil).

Una época nefasta para los gatos fue la Edad Media, cuando se los asoció con brujas y diablos, y surgió la creencia – dicen que en Hungría – de que los negros eran brujas transformadas. Y según la misma fuente, en Metz y hasta el siglo XVIII, se quemaban ejemplares como autos de fe.

Citados por las enciclopedias como amigos y defensores de los gatos, están Mahoma, Richelieu y Teófilo Gautier, y por supuesto la exquisita Colette quien, en su novela de 1933, La gata, habla de Saba la consentida minina que triunfará sobre la caprichosa muchacha moderna, orgullosa de estar al volante de su automóvil: Saba, “un reflejo plateado, semejante a un pez” cuando se lanza de un macizo de plantas, o”una gota de lluvia que corre a lo largo del cristal” cuando desciende pegada a la pared.

Otro texto de título penetrante, donde aparecen, es el firmado por el Licenciado Tomé de Burguillos (pseudónimo de Lope de Vega), Gatomaquia, un poema heroico burlesco protagonizado por Zapaquilda, Marramaquiz y Misifuz, tres gatos complicados en un triángulo amoroso. El nombre de este último fue adoptado, en lengua española, para bautizarlos o como apelativo.

Y tras la consulta a los dos tomos de una enciclopedia referida a Japón, podemos afirmar: que fueron muy raros allí hasta el siglo X, pero que a partir del XII se hicieron populares y que desde el XVII se apreciaron los de colas cortas y tiesas; que abundan las supersticiones y las historias de fantasmas de felinos en las que vuelven, si los matan, como espíritus vengativos; que en tren de temores, los machos, cuyo pelaje tuviera diseño de carey, eran muy apreciados por los marineros que los llevaban en los barcos como talismanes contra los naufragios; y que su cuero (y también el de los perros) se empleaba en los siglos XVII y XVIII en la fabricación de los laúdes de tres cuerdas de sonido plañidero, que acompañaban los cantos que se entonaban en los barrios de placer. La presencia más amable del felino en la actualidad es el manekineko, un simpático muñequito que mueve rítmicamente una patita, haciendo señas a los clientes para que entren a las tiendas y vuelvan ricos a sus dueños. Pero, sin duda, el gato japonés más famoso es el protagonista y narrador en primera persona de una novela de Natsume Soseki Yo soy un gato. Cínico observador de las miserias humanas, muere invocando a Buda, mientras se ahoga borracho.


Destaco también, porque acabo de verlo, la presencia de un gato rayado que cruza asustado la escena de la “Anunciación” de Francesco Lotto, una pintura de 1527, que representa el momento en que la Virgen, de espaldas al Angel, vive su momento de conturbatio, al presentir su transformación. Y el gato que huye de algo y mira hacia atrás.

Y para cerrar esta hoja, va el argumento de una de las Historietas ilustradas en inglés y francés, del Tesoro de la juventud. Ocho de la noche, un dormitorio a oscuras, ruido en la chimenea, entra la niñera y enciende la luz, algo se desliza y cae al piso. Hay dos niños que gritan y ven a un gatito. La niñera llama a la camarera que trae un platito con leche. Otro niño más pequeño se despierta y pide tener al animalito en su cama. Pero la niñera dice que lo pondrá en una cestita cerca del fuego. A la mañana siguiente el gato no está. Y la historia termina ‘tal vez las hadas se lo habrán llevado’. Conclusión repetida en tres lenguas. Misterio de lo que ha sucedido con lo deseado, en una lección inolvidable.

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