Kawabata. Historias en la palma de la mano
Por Antonio SaboritEs difícil resistir al encanto de un libro de cuentos breves que se presenta bajo el título Historias en la palma de la mano (Emecé Editores). Menos si en la misma mesa de la librería se ofrecen además otras obras del mismo Yasunari Kawabata (1899-1972), como El maestro de go, Mil grullas, País de nieve, Lo bello y lo triste, y hasta un volumen con su correspondencia con Yukio Mishima.
La mayor parte de Historias en la palma de la mano, traducidas y prologadas por Amalia Sato, provienen de las decadas de 1920 o 1930, si bien el volumen recoge también una suerte de reducción de la novela País de nieve a las dimensiones de un relato fechado en 1972. Obra de la juventud de Kawabata, muchas de estas historias ofrecen diversos registros de la manera en la que siempre abre la flor del delirio cuando la alimenta el suelo del tedio humano, y casi todos sus personajes se mueven en espacios densos y bajo relaciones impredecibles en un orden social estricto, más bien rural que urbano, en buena medida tradicional y aoblado de mujeres de todas las edades aunque a la sombra del peso del pasado. Algunas historias transcurren al cobijo de carros tirados por caballos o bien entre pabellones y aguas termales, cosidas por las sorpresas de la sensualidad; otras en sobrepoblados vagones de tren, agitadas por la velocidad de lo más efímero, la vida moderna. No son pocas las que incluyen el tema de la ceguera, que como apunta el mismo Kawabata no necesariamente es sólo la que se padece con los ojos, como tampoco se deja de advertir el interés de Kawabata en las inopinadas tramas de los hilos del destino. Y la violencia, en cualquiera de sus formas, ordena todos los equívocos.
De esta colección de Historias en la palma de la mano transcribo una de las más breves. Es muestra de la capacidad de síntesis de Kawabata, desde luego, pero también de la destreza narrativa que cabe desplegar en un pañuelo.
7.1924. Cabelleras (Kami)
Una muchacha sintió la necesidad de arreglar su cabello.
Es algo que sucedió en una pequeña aldea en lo profundo de la montaña.
Cuando llegó a la casa de la peluquera, se sorprendió. Todas las muchachas de la aldea estaban agolpadas allí.
Esa noche, cuando las antes descuidadas cabelleras de las jóvenes lucían impecables con sus peinados con forma de durazno hendido, una compañía de soldados llegó a la aldea. Fueron distribuidos en las casas por el oficial de la aldea. En cada casa hubo un huésped. Tener huéspedes era algo tan raro, que por eso tal vez todas las muchachas habían decidido arreglar sus cabelleras.
Por supuesto, no sucedió nada entre las jóvenes y los soldados. A la mañana siguiente, la compañía dejó la aldea y cruzó la montaña.
Y la agotada peluquera decidió tomarse cuatro días de descanso. Con la placentera sensación que produce haber trabajado duro, la misma mañana que los soldados partieron, y cruzando la misma montaña, ella viajó sacudida en un carromato tirado por caballos para ir a ver a su hombre.
Cuando llegó a esa aldea ligeramente mayor al otro lado de la montaña, la peluquera del lugar le dijo:
- Qué bueno, has llegado en el momento exacto. Por favor, ayúdame un poco.
También allí, las muchachas se habían congregado para componer sus cabelleras.
Al final de otro día de trabajo en peinados con forma de duraznos hendidos, ella se dirigió a la mina de plata donde trabajaba su hombre. Apenas lo vio, le dijo:
- Si fuera tras lo soldados, me haría rica.
- ¿Pisarles los talones a los soldados? No hagas bromas de mal gusto. Esos mequetrefes con sus uniformes de marrón amarillento. ¿Estás loca?
Y el hombre le dio una cachetada.
Con un dulce sentimiento, como si su exhausto cuerpo hubiera estado entumecido, la mujer le lanzó una mirada salvaje y penetrante a su hombre.
El nítido y potente toque de clarín de la compañía, que había cruzado la montaña y ahora iba bajando en dirección a ellos, hizo eco en medio del crepúsculo que iba envolviendo la aldea.
Fuente: El Ángel de Reforma / Las alas del deseo / México
Domingo, 11 de enero de 2009
Estupendo relato, uno de los mejores de la colección, pura síntesis de emociones complejas.
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