Kitchen, de Banana Yoshimoto. Texto resena revista Temas de Africa y Asia, Seccion de Asia y Africa, FFy L, Uba, 1993.

KITCHEN, de Banana Yoshimoto. Traducido del japonés por Junichi Matsura y Lourdes Porta. Tusquets editores, l era edición, octubre 1991. Barcelona, España, páginas 206. (Título original Kitchin). Además de las imágenes de los jóvenes devoradores de comics y videoclips, en medio de la euforia de las mujeres que se sintieron más libres y proclamaron su década, mientras la ola del generoso dispendio de yens iba pasando, la década de 1980 cuenta con la imagen desmañada de Maoko Yoshimoto, de pseudónimo literario Banana, como el gran Bashô. Licenciada en literatura por la Universidad de Tokio, a los 26 años, en 1988, publicó su primera novela Kitchen, junto con el relato Moonlight Shadow, y se hizo merecedora de los dos premios más codiciados por los escritores jóvenes, el Kaien y el Izumi Kyoka. El eco en ventas fueron 6.000.000 de ejemplares arrebatados fervorosamente: así quedaba lanzado el fenómeno Banana, líricamente defendido por sus partidarios y ácidamente denostado por los detractores de su estilo. Puesto en circulación en español, el libro ha dado lugar a comentarios que manifiestan admiración por cierta atmósfera "indefiniblemente japonesa", y que apelan al vocabulario de artillería de rigor que califica al texto de "haiku sutil". La protagonista de la corta novela Kitchen -que comprende dos partes: Kitchen y Luna llena- es la joven Mikage quien, compartiendo el mismo destino de orfandad del escritor Kawabata es criada por su abuela. Su amigo Yûichi, joven que frecuentaba a su abuela, tiene en cambio por derrotero un camino similar al del príncipe Genji (personaje de la primera novela del siglo X): tras la muerte de su madre, ver este lugar ocupado por una madre todavía más atractiva. Sexo y edad se difuminan adoptando la transparencia de un papel enmantecado: hay una insinuada relación afectiva entre la abuela y Yûichi; el padre de Yûichi, operado y travestido, obsesivamente enamorado de su mujer muerta, ocluye la búsqueda y se convierte en la hermosa segunda madre. Al morir la abuela, Mikage es invitada por los Tanabe (madre e hijo) a vivir con ellos. Y el lugar preferido seguirá siendo la cocina, sitio ideal para hacer el duelo, dormir o morir, separado pared de por medio, del lugar de escucha que es el gran sofá. En las relaciones que se establecen en la nueva casa, siempre alguien prepara para otro algo de comer o de beber, y la nutrición alimenticia no es metáfora de las emociones sino su función misma. En el universo que gira alrededor de la cocina no hay ningún ejercicio de la sexualidad física, y celos y emociones violentas quedan para el bar de "gays" o a cargo de la novia de Yûichi. La cocina es el sitio donde se acoge al desamparado "como a un perrito abandonado", y los jóvenes se tratan como boyfriend/girlfriend en su peculiar versión japonizada. En la segunda parte, cumplidos nueve meses desde la mudanza a casa de los Tanabe, muere la bella madre a manos de un psicópata. Ningún regodeo en escenas de thriller sino sólo lugar para el desamparo de Yûichi. La avalancha alimenticia se torna abrumadora, más ahora que Mikage estudia sofisticada cocina japonesa con una afamada profesora. La comida de estilo americano se deglute en momentos de soledad, en tanto los menúes con platillos tradicionales nutren los encuentros de los jóvenes, hasta culminar en la escena de la Julieta que escala al balcón portando un pedido de fideos katsudon. En el segundo relato, Moonlight Shadow (por la canción de Mike Oldfield citada en el epílogo), comportamientos de Kitchen se reiteran: alguien que ha perdido a su amor se traviste y circula con el uniforme escolar de marinero de esa novia muerta, y emplea el pronombre femenino en su conversación; los abandonados siguen convidándose con exquisiteces o comidas rápidas. Hay sí un agregado que roza lo mágico tradicional: hada de historietas, el personaje con visos de videncia de Urara que conduce al encuentro con el amado muerto el día de Tanabata, el tradicional 7 de julio. La estructuras gramaticales de Banana, deliberadamente descuidadas, simples como las de un niño, así de balbuceantes, antojadizas e incompletas, quedan convertidas en una prosa española simple y sugerente, que logra reflejar un estilo. La secuencia de Kitchen, si soterradamente por las remembranzas vivenciales remite prestigiosamente al texto del Genji -cuya estructura narrativa hasta ahora fue adoptada por los hombres-, regresivamente cautiva por lo no dicho. Con su estilo desgarbado , expresión de una actitud sensible y cautelosa, Banana registra (o inventa) una emocionalidad nueva: aquí reside su talento. Si por un lado es testimonio y partícipe del auge de las cadenas de comida americana y de la actitud "gourmet" de la década de 1980, que los advenedizos del gusto convirtieron, además de los viajes y la ropa, en necesidad, por otro lado, Banana palpita nuevas tendencias: la vuelta a lo tradicional -los platillos simples impecablemente preparados que uno descubre en ciertos sitios-, ¿ síntoma de que la sofisticación no es ya sólo patrimonio de la tecnología y la imitación ?; la preservación de lo privado y personal, fruto de peculiares historias familiares, ¿ quizás la cara joven del conservadurismo, con vetas de temor ante la masificación ? . A su modo, también una anticipadora de nuevas imágenes en el juego de identidad y diferencia entre lo masculino y lo femenino, gestadas en la década de 1990, pero en su caso a partir del comic para muchachas Es esa capacidad de poner en escena narrativamente una nueva relación masculino/femenino -ya presente en las historietas y en los dibujos animados para jovencitas- donde se revela la perspicacia de la escritora. Banana inventa una nueva heroína. Para terminar, no pase desatendido el epílogo del libro: no es una simple lista de agradecimientos a nombres más o menos prestigiosos, más o menos íntimos, ni una ingenua expresión de buenos deseos; la hija del crítico Ryûmei Yoshimoto, para muchos un gurú de la literatura de los años 60, nos aclara que ha escrito sus best-sellers trabajando como camarera, como tantos otros de su generación, y así nos señala que se ha ganado desde una cocina muy sufrida con su arubaito (trabajo temporario de media jornada) un lugar en la gran kitchen de la literatura universal. AMALIA SATO (SIEAA). 16-06-93

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